Hace diez años, cuando comenzó este movimiento asambleario parecido a las Comisiones Obreras Históricas, muchos ciudadanos quemados con los políticos y las políticas de las últimas décadas, llegamos a ilusionarnos porque creímos que por fin las generaciones actuales daban un paso adelante en la recuperación de una organización popular dispuesta a defender los derechos que otros habíamos conquistado antes, y que treinta años de democracia después estaban casi desaparecidos.
Sin embargo, ese movimiento aparentemente altruista, pronto dio muestras de tener todos los ingredientes de no ser nada nuevo, e igual que las Comisiones Obreras Históricas que pasado un tiempo se transformaron en sindicato, pronto se convirtieron en otra cosa, y en 2015 se constituyó en partido político, para poco después comenzar una encarnizada lucha interior por ocupar puestos en las direcciones territoriales y centrales y cómo no, en las listas electorales a las instituciones de todo el país, ayuntamientos, parlamentos regionales y parlamento nacional.
Luego le siguieron las numerosas escisiones que ha sufrido la organización, la primera en Madrid, la capital de la corrupción patria, provocadas por los elementos descontentos por no conseguir alzarse con los puestos de privilegio que tanto anhelaban.
El golpe definitivo a la moral de
los que no estamos en organizaciones, lo dieron cuando Podemos se negó a apoyar
al Gobierno del PSOE tras las elecciones de abril de 2019 desde fuera, mediante
acuerdos programáticos o puntuales, provocando la repetición de elecciones tras
el verano, para una vez fracasado el plan, milagrosamente, al día siguiente de
las elecciones ya había un acuerdo de gobierno entre el PSOE y Podemos,
curiosamente cuando los dos habían perdido diputados.
La decisión de formar parte del Gobierno del PSOE, supuso la anulación total de Podemos, por un lado porque pasaron de ser una organización autónoma a ser rehenes de las decisiones tomadas por la mayoría del Gobierno del PSOE, y por otro cómplices de sus políticas liberales e incumplimientos postelectorales, por lo que cabe deducir que no sólo no fue un error, significaba quitarse la careta, porque el fin no era el programa, sino los cómodos y lucrativos sillones.
De esas elecciones hay que anotar también como un “triunfo” de los entonces indignados, el crecimiento espectacular y fortalecimiento institucional de la Ultraderecha de Vox, que pasó de tener 24 diputados en las elecciones de abril de 2019 a 52 en las de noviembre del mismo año, que si no se hubieran repetidos las elecciones no habrían crecido por encima de podemos que tenía 42 en abril y pasó a tener 33, lo recuerdo porque siempre habrá alguien a quien se le haya olvidado.
Por otro lado la organización sufrió un déficit democrático sin precedentes, porque el Secretario General, Iglesias, fue la única voz del partido, incluso siendo Ministro.
Por lo visto ya no están indignados los muchachos de entonces, aunque aún no se haya derogado y continuemos “disfrutando” de los efectos autoritarios de la Ley Mordaza que Rajoy impuso en 2015, o que tampoco se haya derogado la contrarreforma laboral de Rajoy que consagra contratos de trabajo precarios, salarios de miseria y paro indefinido y sin cobertura legal para el 40% de los jóvenes, entre otras “ventajas” para esas generaciones que hace unos años se manifestaban “indignados”.
Al inicio de su historia gritaban ¡Le llaman democracia y no lo es! ¡Democracia real ya!, y cabe preguntarse si ahora se le puede llamar “democracia real”, al esperpento que vivimos, una vez que muchos de sus dirigentes llegaron a ser ministros y otros altos cargos de la Administración del Estado, de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos, y con un rey emérito refugiado en una dictadura árabe para no dar cuentas de sus innumerables corruptelas, y todo ello, a pesar de que Podemos forma parte del que Pedro Sánchez ha calificado como “el Gobierno más progresista de la historia”, toma ya.
Algunos no salimos de nuestro
asombro, porque lejos de asignarse una mínima autocrítica defienden a capa y
espada tanto la desastrosa gestión como la actitud de sus dirigentes más
carismáticos, y en mi opinión, después de Carrillo y Felipe González, nunca
hubo una organización y unos dirigentes que le hayan hecho tanto daño, no solo
a la izquierda, también a la democracia, porque Podemos quedará para el futuro como
una organización testimonial igual que I.U., y pasarán muchos años para que
brote otro movimiento capaz de ilusionar tanto como lo hizo el 15 M en su
momento, ahora solo queda la decepción más absoluta.
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