Ciertamente, este fenómeno parece que es
nuevo pero es muy viejo, incluso diría que algunas gentes de la sociedad
actual, en sus relaciones con los demás, está retrocediendo a tiempos de los
homínidos, de manera que actúan por el más primario instinto animal, y por ello
se organizan en manadas y/o pandillas, aunque no para sobrevivir, sino por pura
maldad, para agredir cobardemente a todo aquél que entienden que es diferente,
pues su pequeña porción de materia gris les impulsa a destruir a los que no son
como ellos.
A los matones no les importa la edad, ni
la raza, ni el sexo de la víctima, solo les importa que sean más débiles que
ellos para poder destruirlos, y por eso las más de las veces atacan en grupo,
porque cuanto más fuertes se sienten, más fácil es la destrucción del otro, y
eso les proporciona un plus de ruindad que ellos confunden con “valentía”.
Todos los de mi generación hemos vivido
episodios de matonismo manifestado de diferentes maneras, individual o
colectiva, y en tiempos pasados, algunos descerebrados con vocación de matones,
por propia iniciativa o a las órdenes de alguien, te llamaban a deshoras para
regalarte una sarta de amenazas, sin embargo en la actualidad, con las redes
sociales pueden llegar donde y cuando quieran por múltiples medios, y algunos
de esos matones te mandan un mensaje amenazante en privado al facebook, o un
whatsap, para que sepas con quien te las estás jugando.
Pisotean tu libertad de expresión cuando
escribes sobre algo que huele mal, tu opinión libre es machacada con amenazas
miserables y cobardes, pero pasan inadvertidos ante la sociedad, porque siempre
los amparan, respaldan y bendicen personas que obtienen algún beneficio de su
complicidad, aunque hipócritamente ofrecen una imagen de cierta moralidad, incluso
de principios cristianos, que purgan sus pecados participando también en alguna
organización de carácter solidario.
Los verdaderos responsables de la
proliferación de esta clase de bestias son los lameculos de uno y otro sexo que
tanto abundan.
En la actualidad los medios de
comunicación y alguna gente que parece haber perdido la memoria, se sorprenden,
porque un grupo de salvajes de la clase mencionada, haya agredido a una persona
solo porque es lo ha mirado, o porque es gay hasta matarlo cobardemente a
puñetazos y patadas.
Por lo visto nadie se acuerda ya de
aquellos años en los que grupos de ultraderecha salían los fines de semana en
busca de inmigrantes, indigentes y “homosexuales” para divertirse apaleándolos
con sus bates de beisbol, y/o quemándolos en los cajeros de los bancos. Eso sí,
tenían salvoconducto para la impunidad total.
Sí, es sorprendente que la degeneración
humana haya llegado hasta tal punto, que para mantener relaciones sexuales,
haya desalmados que prefieran formar una miserable pandilla o “manada” para
forzar a una mujer.
Lo curioso, es que esa misma gente que
se organiza para apalear a una persona, por ser de raza diferente, o por pensar
distinto, o por escribir algo relacionado con él, o por ser homosexual, o para
satisfacer sus instintos más bajos de forma miserable, son incapaces de
organizarse para defender su derecho a una vivienda digna, a un empleo decente,
o a un salario justo, es decir, para defender sus derechos recogidos en la
Constitución de la que tanto hablan algunos demagogos que se califican de
constitucionalistas, pero que todos los días se mean y se cagan en la
Constitución.
No en balde el matonismo es una práctica manifestada principalmente por grupos de tendencia ultraderechista, con muchas y poderosas influencias sociales e institucionales, así que será complicado extirparlo.
Por último, y para que nadie se llame a engaño, pongo un poema de mi cosecha que escribí en 1999, dedicado a la impunidad con que actuaban los cabezas rapadas en la década de 1990.
SILENCIO EN LA JUNGLA DEL ASFALTO
Silencio en la noche de las fieras
el cielo aúlla su impotente soledad
y el infierno se estremece en las tinieblas.
Silencio en la jungla del asfalto
una manada
de crueles depredadores
salen de caza los sábados por la noche
y vuelven cada domingo saciados a sus
guaridas.
Callad por un instante los desvalidos
callad por un momento los marginados
callad por un buen rato las razas
inmigrantes
callad por algún tiempo los indigentes.
Dejad que pasen de largo sin que os vean
que ya se acercan ansiosos los desalmados
impartiendo terror a su paso marcial
confundidos en las sombras.
No dejéis que reparen en vosotros
que vienen pateando sin piedad a las más
débiles
y confiadas criaturas
con sus pesadas botas negras reglamentarias
y sus chinchetas en los cueros
y sus paranoicos símbolos hitlerianos
y sus negras gafas de sol para el anonimato
y sus cabezas huecas rapadas al cero
con el signo de la muerte ocupándoles el
cerebro
y sus oscuros pasaportes para la impunidad.
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