Los que me conocen bien, saben que soy de
esas personas que van por la vida a cara descubierta, cuando algo o alguien no
me gusta, no tardo mucho en dejarlo claro de una u otra manera, y por la misma
razón cuando admiro o quiero algo o a alguien, no me corto un pelo para
manifestarlo abiertamente y sin tapujos.
Y como cada cual yo tengo mis preferencias,
de hecho este escrito va dedicado a poner de relieve algunos valores de personas
del pueblo a las que le he encontrado alguna virtud que resaltar.
Claro que, como no soy de los que se dedican
a chupar candaos, ni limpio levitas de ningún poderoso o corrupto, ni enaltezco
a los embaucadores y explotadores, de aquí o de allá, mis personajes son todos
gentes del pueblo llano, trabajadores que han tenido que sudar lo que
consiguieron en la vida, y que destacan sobre todo por su humildad y generosidad.
Yo no soy como algunos meapilas y beatos de
conveniencia, que respaldan y protegen las inmoralidades, o la incompetencia de
otros paisanos, siempre que tengan la “sensibilidad”, de favorecer a San Roque,
a la Virgen de la Caridad, a Santa Bárbara, o a cualquier otro santo venerado
en la localidad, destinándoles unos euros extras de su bolsillo, o mejor del
erario público a ser posible, para dedicarlos a las fiestas patronales, a flores
para los tronos, acompañamiento musical de las procesiones, etc., etc., a la
vez que critican y difunden sin ruborizarse, como expertos en hipocresía, a
quienes no son de su cuerda y condición, con chismes y bulos, fabricados en la
barra de los bares y camino del sermón.
El Chinche, El
Rubio y Pepe el Sespero
De estas tres buenas personas solo tengo
palabras de agradecimiento porque siempre, siempre, me trataron con respeto, y
en mi memoria quedará para siempre grabado todo lo que hicieron en sus horas
libres, altruistamente, por los jóvenes futbolistas de mi generación en los
años 60 del pasado siglo XX, nos entrenaban, barrían y alineaban el campo de
fútbol, nos incluían en campeonatos comarcales, etc., y luego en 1973, los
tres, participaron en la Primera Directiva de La Salle Minerva, que tanta
gloria dio al fútbol base de Alumbres. Siempre de forma altruista, siempre
dando todo a cambio de nada.
Francisco Valera Hernández “el Rubio” y José Conesa Hernández“Pepe el Sespero” hace tiempo que se fueron al más allá,
pero dejaron huella entre nosotros.
El Rubio recaló en Alumbres procedente de
Bullas. Lo recuerdo como una persona sencilla y muy trabajadora y todo el
tiempo que lo conocí estuvo dedicado a colaborar con el fútbol del pueblo.
Primero en los años 60, cuando yo jugaba con los infantiles era él, el Chinche
y Pepe el Sespero quienes nos lo hacían todo.
Estuvo ahí, en las diferentes directivas, en
casi todo el período de La Salle Minerva, desde 1973 hasta mediados los 90 con
Frigoríficos Morales.
De Pepe “el Sespero” tengo que decir que era
una persona admirable, respetuosa y desprendida, de quien tengo algunas fotos
del fútbol alumbreño gracias a él, y unos recuerdos de los principios de La
Salle Minerva, que guardo como un tesoro.
José Conesa
“Pepe el Sespero”. Foto: Francisco Atanasio Hernández
¿Qué puedo decir de Ginés Valero Martínez “el
Chinche”?
Si hay una persona viva en el pueblo que sin
ser de mi familia respeto y lo cuido como si lo fuese, es él. Del Chinche he
escrito muchas de sus historias en mis libros, y además ha colaborado conmigo
en mis artículos donde solamente precisaba de la memoria, y él, por suerte, con
sus 87 años, aún tiene una memoria envidiable y siempre está dispuesto a
colaborar en la medida de sus posibilidades.
Ginés Valero Martínez “el Chinche”. Foto: Francisco Atanasio Hernández
Ginés Valero, nació en 1930, y no es ni un
rico industrial ni un artista famoso, ni siquiera un prestigioso político
acostumbrado a los aplausos.
Tampoco tiene títulos académicos de los que
poder alardear ante los vecinos, eso sí, sabe leer y escribir, y se sabe las
“cuatro reglas”, lo suficiente para salir adelante.
Sin embargo, todas esas carencias clasistas y
culturales no le han impedido participar en la mayoría de las organizaciones
del pueblo con lo que él humildemente puede aportar, voluntad y trabajo.
Flora y Ginelo.
Flora García Moreno y Ginelo, formaban un
matrimonio sin hijos que vivían en la calle Progreso de la zona del Zaraíche.
Yo tuve la suerte de beneficiarme de la
carencia de hijos de esta pareja de buenas personas, y siempre que podían me
cobijaban en su casa y me daban una rebanada de pan con aceite y azúcar que en
aquellos tiempos de escasez de los años cincuenta, era un manjar inigualable.
Alguna vez, en el día de La Candelaria, Flora
cogía de una mano a María Fulgencia Egea Barcelona, hija de su sobrina y de
otra a mí y nos llevaba a las higueras que había detrás del monte del Tío Gil,
a disfrutar de la compañía de los críos que la naturaleza le había negado, y
también a ver cómo nos comíamos la sabrosa y esponjosa tortilla que con esmero
maternal nos había preparado para la ocasión.
Ginelo tenía la cara picada de haber pasado
la viruela y trabajaba donde podía, unas veces lo hizo en las minas y otras
recolectando leña en los montes que luego transportaba a los lugares de venta
en su burro.
Tanto Flora como Ginelo eran dos personas con
una sensibilidad para los críos fuera de lo común y justo es ponerlo de
relieve, y más que nunca ahora que tanto escasea esta especie.
Cuando se hicieron mayores pusieron un puesto
de chucherías en su casa. Ninguno de los dos existe ya, pero nunca
desaparecerán de mi memoria.
Andrés Campillo Vélez.
Había nacido en Mazarrón y fue soldado durante la
guerra carlista en 1873, una vez licenciado vino a vivir a Cartagena donde
residían sus padres. En julio de ese mismo año se unió a los cantonales, y tomó
parte activa en el movimiento, siendo elegido capitán de una compañía de
artillería y designado para defender el Castillo de Despeñaperros, donde estuvo
durante todo el tiempo del sitio.
Una vez terminado el movimiento, Andrés anduvo errante
de pueblo en pueblo huyendo de las persecuciones de que eran objeto los
cantonales.
Luego fue indultado y se trasladó a La Unión donde fue
popularmente conocido como Andrés el Rufo, por su genio, y su constante charla
sobre los sucesos del Cantón. A veces trabajó en la sierra y otras vivió de la
caridad de los amigos.
Más tarde se domicilió en Alumbres, donde vivía solo,
y en 1921 fue encontrado muerto por inanición cuando contaba 72 años.
Era muy apreciado y su muerte fue muy sentida.
Miguel Caparrós
Martínez.
Caparrós no era natural de Alumbres pero
residió en las casas de Felipe durante muchos años. En 1968 ganó la Lámpara
Minera en el VIII Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión, que
desde 1961 se viene celebrando en la vecina ciudad de la sierra minera.
No era la primera vez que participaba, pero
sólo había obtenido premios menores.
En las fiestas de San Roque de 1977 participó
con un recital de cante flamenco en la plaza de la Iglesia acompañado de un guitarrista.
Cartel del Festival del Cante de las
Minas
Miguel Caparrós
Martínez
La vida de los mineros fue muy dura y muchas de las letras
de sus canciones estaban en consonancia con la dureza de su existencia, aunque
también las hubo optimistas y jaraneras, sirvan como muestra las siguientes
coplas:
Para tu familia el luto
y para ti la mortaja.
Si pa ti no es el
producto
Minero ¿pa qué
trabajas?
Vale más un minerico
con su ropa de trabajo
que todos los señoritos
calle arriba calle abajo.
Cuando San Pedro me llame
le contaré lo que siento
que al infierno me reclame
no le quede sentimiento
no tendré que acostumbrarme.
D. José Gutiérrez
Meca
El médico D. José Gutiérrez Meca, seguramente es de los pocos galenos
que han pasado por este pueblo con verdadera vocación profesional, y que tanto
se echa de menos en estos tiempos de insensible materialismo predominante y
escaso interés por los problemas de los demás.
Entregado totalmente a su profesión de curar a los enfermos, cuando
consideraba que alguien no podía ser atendido debidamente en la consulta del
pueblo, le hacía que fuese a su consulta particular de Los Dolores donde
disponía de equipamiento suficiente, y si el paciente carecía de recursos económicos,
esa circunstancia no iba a suponer ningún problema para ser atendido
minuciosamente, además de que no tenía que preocuparse de nada, porque ni la
consulta, ni la mayoría de los medicamentos le costarían una peseta.
Todo lo cambia el tiempo, y salvo que se dispone de consultorio médico
en horas programadas, y una farmacia bien dotada con un farmacéutico atento y
servicial, nada más se puede añadir.
El Tío Gilito.
Este hombre era un trabajador de Bazán que,
en aquellos años en los que lo más corriente entre los adultos era que supieran
poner su nombre y poco más, tenía una merecida fama de persona inteligente y
preparada para la realización de diversos trámites burocráticos, a diferencia
de la mayoría de la población. Si alguien necesitaba dirigirse a alguna
institución, solicitar empleo en la administración, “echar una instancia”,
realizar una reclamación, etc., de inmediato te decían ve al Tío Gilito, y
verás cómo te “arregla los papeles”.
En esa época, de las décadas cincuenta y
sesenta Alfonso Gil, era una persona de los imprescindibles en los pueblos como
Alumbres, pero además se sabe que realizaba labores de alfabetización a
domicilio por los campos de Cartagena, tanto a mayores como a jóvenes y niños
que no podían ir al colegio, y el trayecto lo realizaba en su bicicleta.
Vivía en la calle Jazmín y tenía tres hijos,
Juan, Teresa y Luisa.
El Rosita.
Pedro
“el Rosita” era natural de Alumbres, pero en los años sesenta trabajaba en
Francia y tenía en el pueblo a su familia en una vivienda solitaria que había
junto a la vía, antes de llegar al puente que hay camino de la finca del
Levita. Cada año, por lo menos, venía a ver a los suyos y en innumerables
ocasiones, los jóvenes adolescentes de aquellos años tuvimos la oportunidad de
escucharle contar historias extrañas y costumbres diferentes a las que
estábamos habituados, pero sobre todo le escuchábamos muchas veces cantar en
francés y en castellano el Himno Nacional de Francia, La Marsellesa, de la cual
transcribo aquí unas estrofas y el estribillo, que entonces sonaba en los oídos
de los jóvenes que la oíamos como algo ininteligible que inclinaba a la
diversión y a la risa, porque a veces, la ignorancia de los que no les dejan
ver más allá de la punta de sus narices, suelen transformar en humorísticas las
cosas más serias.
LA MARSELLESA
Marchemos, hijos de la patria,
Que ha llegado el día de la gloria
El sangriento estandarte de la tiranía
Está ya levantado contra nosotros (bis)
Está ya levantado contra nosotros
¿No oís bramar por las campiñas
A esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
A nuestros hijos y a nuestras esposas
Estribillo
¡A las armas ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
Que una sangre impura
Empape nuestros surcos.
¡Qué pretende esa horda de esclavos,
de traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién son esas innobles trabas
y esas cadenas
tiempo ha preparadas? (bis)
(continúa)
Fuentes consultadas y/o utilizadas
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo XX.
-Francisco Atanasio Hernández. Lo que me quedó de Alumbres en el siglo XX.
-Francisco Atanasio Hernández. Retazos de la historia de Alumbres.
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres cien años de fútbol 1909-2009
Documentos
-Francisco Atanasio Hernández. Memorial del Festival del Cante de las Minas 1991 (archivo particular)
Prensa
-Archivo Municipal de Cartagena. La Tierra.
-Francisco Atanasio Hernández.
-Ganadores del Festival del Cante de Las Minas.
Ruego disculpas a todos los lectores que pusieron un comentario en mi blg, pero quiero aclarar que no he sido yo el responsable de su eliminación, sino de la API de Gogle + que ha dejado de estar disponible y que no me ha dado opción de mantenerlos o recuperarlos. Gracias por vuestra comprensión.
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