El mercadeo de la transición permitió, no solo que se quedaran intactas las estructuras y muchas leyes fascistas, incluida la Constitución, casi imposible de reformarla, a gusto de los franquistas, sino que la mayoría de las nuevas organizaciones nacieron plagadas de los mejores elementos fascistas, así, los sindicatos, los partidos políticos, las asociaciones de vecinos, la juntas vecinales, etc., fueron dirigidas y algunas continúan siéndolo por fascistas, no solo para controlar su evolución, sino para evitar que se salieran de los márgenes franquistas pactados en la transición.
El fascismo se viste y camufla de muchas maneras, por lo que a veces es difícil distinguir entre un demócrata al uso y un ultraderechista, porque en numerosas ocasiones compartimos charlas y debates con personas que aparentemente son demócratas, liberales, socialistas, etc., y sin embargo ofrecen opiniones cercanas, incluso coincidentes, con las de los principios del fascismo.
Es más, siempre que debatimos sobre el fascismo, da la impresión, en general, que lo hacemos de algo etéreo e informe, pero nada más lejos de la realidad, que considerar a esa amenaza constante de regresión de la humanidad, como algo sin contenido, sin sustancia. El fascismo siempre está alerta y en formación para devolver a la sociedad al pasado, al pozo de la dictadura, y para eso siempre cuenta con poderosos aliados.
En los últimos tiempos tenemos numerosos ejemplos, el asalto al Capitolio en Estados Unidos por los seguidores de Donald Trump; en diciembre de 2022, hace un mes, la policía desbarató la planificación de un golpe de estado ultraderechista en Alemania; las numerosas llamadas al golpe de estado en España por la ultraderecha, incluso se publicó un chat de ex militares amenazando con eliminar a 26 millones de rojos españoles y el reciente asalto a las instituciones democráticas en Brasil.
Un principio básico de los fascistas es que “o estas con ellos o contra ellos”, no hay término medio, por lo que censuran y combaten toda opinión y creencia contraria a su dictado.
Un fascista es un retrógrado que no acepta ninguna ley democrática, y por lo tanto, ninguno de los avances de la sociedad, y todos sus esfuerzos los dedica en devolverla a la dictadura más cruel y sanguinaria, en la que no quepan los progresistas, especialmente los que manifiestan su deseo de una sociedad libre.
Las mujeres son simples objetos sexuales, sin derechos, ni siquiera el del voto, los homosexuales son enfermos y los negros una raza inferior. Esa es la forma en la que tratan los fascistas a los seres diferentes. Se aprovechan de la permisividad democrática pero no respetan a nadie, como el Gobierno del PP-Vox en Castilla León.
Los fascistas son contrarios al divorcio y al aborto, curiosamente como la Iglesia Católica, así podemos ver a hijos creyentes que rompen relaciones con uno o los dos padres que se divorcian, y no es solo por egoísmo, sino porque le niegan el derecho, como cualquier fascista.
Los fascistas no quieren trabajadores con derechos, ellos quieren criados y esclavos que doblen el espinazo para saludarles y le den las gracias por dejarlos vivir con míseros salarios.
Los fascistas odian a los obreros que se organizan para defender sus derechos, y por eso no existen sindicatos libres en sus dictaduras.
El fascista carece de escrúpulos y es un embustero y cínico patológico, la mentira es el principal método de captación empleado desde siempre, y el cinismo la forma de responder a sus actos antidemocráticos, como sucede desde hace cuatro años con el bloqueo del Poder Judicial incumpliendo la Constitución, pero en un acto de supremo cinismo y conocedores de disfrutar de total impunidad, los de la triple A se denominan constitucionalistas, acusando a los que la cumplen de no serlo.
Un fascista es un intolerante, pero intolerantes hay de muchas clases, así que hay que llevar mucho cuidado para no coincidir con la intolerancia inquisitorial fascista, que no tolera a los que critican sus actos, y los censuran, los bloquean, intrigan contra ellos y los aíslan y desprecian y cuando lo consideran necesario los agreden.
Es preciso hacer un pequeño esfuerzo
memorístico, y recordar que durante el franquismo, los principales sicarios del
régimen fascista procedían de elementos de la Iglesia, aunque eso no quiere
decir que todos los curas, y todos los creyentes fueran fascistas, pero sí un
número muy elevado de ellos.
Por esa razón yo establezco una gran diferencia, entre los cristianos sinceros que profesan la fe bajo los principios del cristianismo, que respetan a los amigos sin mirar el color de sus ideas, y de ellos conozco algunos, y los beatos de conveniencia, a los que les importa poco la moralidad, pues carecen de escrúpulos, y organizan camarillas y sectas, en las que unos aspiran a ocupar puestos donde puedan lucrarse y manipular a la parroquia, mientras otros los apoyan y respaldan a cambio de favores, sin tener en cuenta sus innumerables podredumbres.
Hay que llevar mucho cuidado con las ideas fascistas, porque mucha gente no sabe que sus organizaciones, sirven para mentalizar, instruir, y aleccionar al grupo para actuar como una secta, sin fisuras, aislando, despreciando y atacando a todo aquel que cuestione a sus líderes, a sus organizaciones y a sus principios.
Un problema añadido desde la transición, es que, en este país, España, no hay jueces que juzguen a los fascistas, por lo que hacen y deshacen a su antojo.
En mi opinión el fascismo está más cerca
de lo que parece, aunque quizás haya quien opine que soy muy pesimista, pero lo
mejor sería que cada cual mire a su alrededor, analice la situación actual y
saque sus conclusiones.
Adhesivo de mi colección particular
Adhesivos
Francisco Atanasio Hernández. De mi colección particular de pegatinas.
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