Por Los Cucones, se conoce a un tramo
de la rambla que pasa por detrás del campo de fútbol de Alumbres, El Secante, y
que en otros tiempos, a veces, era el vestuario ocasional de los equipos de
fútbol.
En
otra época, Los Cucones era un lugar entrañable para los críos cada vez que
llovía, y en esta parte de la geografía española ya entonces llovía poco,
aunque cada vez que lo hacía lo era de forma torrencial, y se llenaban los
agujeros en la roca caliza que formaba el fondo de la rambla de Los Cucones, y
éstos se convertían en piscinas naturales durante unas semanas, tiempo que los
críos aprovechaban para utilizarlos como lugar de baños.
Las
fotos del lugar que aporto son recientes y en ellas se puede observar que el
cauce está lleno de maleza y escombros, pero por las fechas del relato, había
varios rebaños de ganado de cabras y ovejas que frecuentaban estos lugares,
además de que numerosos vecinos recogían hierbas para los animales que criaban
en casa y para otras utilidades hoy caídas en desuso, por otro lado, era
habitual la extracción de arena de la rambla para la construcción, por lo que
se veía menos verde por allí. Además, los agujeros en la roca donde se bañaban
los críos, hoy están cubiertos por la tierra y los escombros que la lluvia ha ido
arrastrando hasta ellos, en cuyos lugares sobresale la maleza.
Los Cucones con la zona más rocosa en primer plano.
Foto: Francisco Atanasio Hernández
Durante
aquellos primeros días de septiembre, acababa de caer una fuerte tormenta que
había hecho correr la rambla con violencia, y Los Cucones, se encontraban
rebosantes de agua y de alegría chiquilleril. Desnudos, como habían venido al
mundo, saltaban, nadaban, se zambullían, y eran felices, disfrutando del
particular parque acuático que oportunamente la naturaleza les concedía dos o
tres veces al año.
Estaban
tan concentrados en sus diversiones que no se percataron cómo alguien al que
ignoraron totalmente, y que casualmente pasaba por allí, se acercaba a las
ropas de los bañistas y haciendo con ellas un bulto informal, se las llevaba
consigo y desaparecía del lugar con la misma celeridad y discreción que había
aparecido.
Unas
horas después, empezaba a caer la tarde y los críos pensaron que ya era tiempo
de marcharse, pero ¡Oh sorpresa! ¿dónde está mi ropa? ¿y la mía qué? ¿anda, mi
ropa tampoco está? ¿quién se las habrá llevado? Aquél fue un mal rato de
confusión y desasosiego, pero había que superarlo, y eso los críos saben
hacerlo muy bien.
Vista de Los Cucones desde el Este. Foto: Francisco
Atanasio Hernández
En cueros,
no se podían presentar en el pueblo porque serían el hazme reír de todo el
mundo, y no estaban dispuestos a pasar por esas, por otro lado tampoco podían
llegar con esa facha a sus casas, porque en aquellos tiempos de carencias,
algunos de esos críos sólo tenían para ponerse, la ropa que habían perdido, y
lo normal es que los padres se tomaran el asunto a la tremenda. En esas
condiciones, optaron por esperar a que
oscureciera para volver a sus casas envueltos en la penumbra de la noche, y
consiguieron llegar a sus domicilios escondiéndose en cada esquina, y eligiendo
los lugares más oscuros para evitar tropiezos inesperados y miradas
inoportunas. Y cuando cruzaron el umbral de sus viviendas, el que más y el que
menos se topó con otra mayúscula sorpresa que les estaba esperando
cuidadosamente doblada encima de una silla ¡Qué hace aquí mi ropa! ¿eso digo
yo, si esa es tu ropa cómo es que vienes desnudo? ¡es que estábamos jugando
y...! ¡ya, ya, no te esfuerces, que me sé la copla!
Al fin todos
recuperaron felizmente sus ropas, y esa fue una alegría para el cuerpo, pero la
felicidad fue corta, porque, unos con más y otros con menos fortuna, todos se
acostaron con el culo caliente, puesto que los padres se tomaron en serio lo de
darles una lección que no olvidaran nunca, y lo pusieron en práctica en aquel
mismo momento. Y es que, ¡Hay que nadar y guardar la ropa!, según dice el
refrán.
Agujero en la
roca que se utilizaba para los baños. Foto: Francisco Atanasio Hernández
El Icue en la intersección de Puertas de Murcia, Carmen
y Jabonerías de Cartagena
Foto: Francisco Atanasio Hernández
El Icue representa a los niños traviesos de Cartagena que se pasaban
el tiempo jugando en la calle, por lo tanto, también podría valer para representar
a muchos de sus contemporáneos de Alumbres.
Fuentes consultadas y/o utilizadas
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo XX.
-Francisco Atanasio Hernández. Retazos de la historia de Alumbres.
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres algunas historias pendientes.
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
Testimonios
-Mis recuerdos.
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