A lo
largo de la historia de Alumbres, son muchos los curas que han pasado por su
iglesia, y a pesar de que todos vinieron con una misión esencialmente
espiritual, la mayoría de ellos, siempre estuvieron inmersos en los asuntos de
la sociedad, seguramente, porque además de pastores de Dios también se
consideraron personas, pero entre la labor social de unos y otros, se puede
decir que hubo todo un mundo de diferencias.
Los curas de esta parroquia nunca
pasaron desapercibidos ante los ojos del vecindario, que por unas y otras
razones, siempre ha estado alerta ante el comportamiento de éstos, y unos con
más y otros con menos aceptación popular, dejaron su particular huella en
Alumbres.
Chicos del cura en la plaza de la iglesia. Foto: Archivo particular de Francisco Atanasio Hernández
En determinados momentos, la
Iglesia, y como representantes de ella, los curas destinados aquí, tuvieron un
importante protagonismo e influencia en el desarrollo de la vida de la
sociedad, y en buena medida determinaron el comportamiento, no sólo de sus
feligreses, sino de la mayoría de la población.
En este apartado de los curas, no
pretendo valorar la labor de todos y cada uno de los que han pasado por el
pueblo, pero sí que he considerado interesante y necesario, realizar una
aproximación al trabajo de tres de esos curas, cuya actividad social, estuvo
condicionada por sus ideas políticas, y la orientación de la jerarquía
eclesiástica, y por supuesto los resultados fueron diametralmente diferentes.
El informe FOESSA de 1970, calificó
a la Iglesia como “el poder legitimador del franquismo”. El clero secular
estaba compuesto por unos 30.000 sacerdotes además de un número aproximadamente
igual de las órdenes religiosas, mientras que la jerarquía eclesiástica estaba
integrada por unos 100 obispos.
La Iglesia jugó un papel fundamental
en la consolidación del régimen franquista, a cambio, se aseguró la
remuneración del clero en los presupuestos del Estado, y además
institucionalizó su presencia en los más importantes órganos del Estado
franquista, como las Cortes, el Consejo del Reino, Consejo de Estado, e
introdujo y mantuvo capellanes en los sindicatos, las fuerzas armadas, en las
organizaciones juveniles, etc., y además intervino en la censura.
En 1959, al inaugurarse la basílica
del Valle de los Caídos, el primado Pla i Deniel confirmaba la legitimación de
la guerra civil como una cruzada, “En el desarrollo
de nuestra guerra hay mucho de providencial y milagrosa”.
La Iglesia, estuvo vinculada
estrechamente al Estado franquista desde 1939 hasta la década de 1960, en que
comenzó a transformarse hacia una actitud más crítica e independiente.
El
cura D. Mariano Carrillo.
Éste fue un cura que estuvo por
aquí, en la década de los 50, y a finales de ésta se marchó a otro destino. Por
entonces, todos los españoles que quisieran estar bien mirados por las llamadas
autoridades locales del régimen, tenían que llevarse bien con el cura del
pueblo, y abrazar fervientemente la religión católica, apostólica y romana que
promulgaba el párroco, por lo que la mayoría de los vecinos, procuraban no incomodarlo,
no fuera a ser que su enfado le trajera a casa alguna desgracia de la que
tuviera que arrepentirse. Por eso no es de extrañar, que en una época en que la
gente, tenía escasez de recursos para alimentar a sus familias, la mayoría de
los padres accedieran sin rechistar, a organizar a sus hijos en una especie de
frente de juventudes y vestirlos con el atuendo de los requetés.
De excursión en la Fausilla. Foto: cortesía de mi amigo
Juancho García
Pantalón corto color azul, camisa
blanca con bolsillos rojos y trabillas en los hombros de color rojo y boina
también roja. Más o menos, esa era la indumentaria con que el cura Mariano
uniformó a los chiquillos de entonces, a imagen y semejanza de los requetés,
que como se sabe no son nada demócratas, sino tradicionalistas católicos y
monárquicos, que no obstante, apoyaron a Franco, primero en la guerra y después
en la dictadura.
Durante el tiempo que este cura
estuvo al frente de la iglesia de Alumbres, los chiquillos del pueblo,
organizados en torno a él, salían de excursión a diversos lugares de la zona y
del Valle de Escombreras, como La Fausilla, la playa de los Parales, El
Canalote, Las Cuatro Fuentes, etc. Se salía en formación, cantando las
canciones de adhesión al régimen, como parte del aprendizaje necesario de las
generaciones que aspiraban a ser los hombres del futuro.
Por supuesto, para los jóvenes de
entonces, todo esto suponía una forma más de divertirse, como las misas de
gallo en Nochebuena, y las fiestas que le seguían después cantando villancicos
y comiendo y bebiendo lo que hubiera en el lugar donde pasaran el resto de la
noche, tras pasar por la iglesia de El Ferriol, Roche, Los Camachos...
Entre D. Mariano y D. Francisco,
estuvo oficiando en el pueblo, D. Miguel. Vestía sotana como los clásicos, pero
siempre le daban las últimas campanadas de llamada a misa, tomándose la
penúltima en la barra del Bar El Patio. Parece ser que su partida del pueblo
fue un tanto precipitada, porque según se comentó entonces, tenía o había
tenido, un problema en la Térmica relacionado con el celibato de los
religiosos.
El
cura D. Francisco Clemente.
Llegó al pueblo a mediados de los
60, y pronto se le observó una concepción moderna y sustancialmente diferente,
que le distinguía de los curas que hasta entonces se habían conocido por aquí.
Su dedicación a la iglesia del
pueblo, era puramente vocacional y no profesional y remunerada como hasta
entonces, porque éste, a diferencia de los párrocos que le habían precedido, se
mantenía con los recursos económicos que le proporcionaba su trabajo por cuenta
ajena, como cualquier otro obrero del pueblo, y en sus horas libres, se
dedicaba a los quehaceres habituales de la iglesia y a mantener el fervor
religioso de sus feligreses.
Promovió la organización de los
jóvenes en torno a la JOC (Juventudes Obreras Católicas), y fomentó la lectura,
y la curiosidad por conocer más cosas que las que estaban a la altura de sus
narices, y las mentes de muchos de aquellos jóvenes, empezaron a pensar en algo
más que en sí mismos. Algunos de sus discípulos llegaron a ser seminaristas
como Hilario Celdrán, y algún otro de Roche. Andrés Conesa Paredes (el Chérif),
más que leer, “devoraba” la biblioteca del cura y todo lo que caía en sus
manos, y José Carrillo (el Mañas), ayudado y animado por el cura, estudió
maestría y posteriormente consiguió ser empleado en el Arsenal de Cartagena.
Otros en cambio, además de “devorar libros” de toda índole, creyeron que el
campo de acción para poner en práctica sus inmensas ansias de libertad, se
quedaba muy pequeño si se ceñían al estrecho marco que le señalaba una
organización sustancialmente religiosa como la JOC, y tomaron otros caminos.
Por entonces, se empezó a celebrar el 1º de
mayo, como lo que es, día de reivindicación obrera, y en el 1º de mayo de 1967,
tanto los militantes de HOAC, como los de la JOC de Alumbres, asistieron a una
concentración de militantes de ambas formaciones de la Provincia de Murcia, con
discurso incluido, en el patio del Seminario Menor de Murcia, y posteriormente
fueron disueltos por los “grises” cuando paseaban por la Glorieta de España (en
esa plaza hay una estatua del Cardenal Belluga), cantando los himnos de la JOC
y de la HOAC, que como cualquiera puede comprobar cuando lo desee, nada tienen
de revolucionarios, o de incitadores a la subversión. Pero entonces, las
reuniones estaban prohibidas, y menos mal que era la Iglesia quien organizaba y
dirigía el evento, que si no...
Es inevitable recordar, que fueron los
jóvenes de entonces, quienes construyeron el salón parroquial que hay adosado
al lado Sur de la iglesia. Algunos de aquellos muchachos, ya se ganaban su
sueldo trabajando de albañiles por ahí, y en sus horas libres, ayudados por los
que no conocían el oficio, pusieron todos sus conocimientos de la profesión y
sobre todo todas sus energías y su inmensa voluntad en hacer realidad el
proyecto.
Con este cura, se recuperaron viejas
tradiciones juveniles, como las excursiones en grupos numerosos a Sierra Gorda,
al Canalote, a Las Cuatro Fuentes, y a diversos pinares de la Región de Murcia.
Grupo de jóvenes de los años 60 en Sierra Gorda. Foto: Propiedad de Francisco Atanasio Hernández
Por aquellos años, aprovechando el ambiente
de grupo y camaraderil que se había generado, también se organizaban bailes,
los conocidos guateques, en casas particulares, especialmente no habitadas, y
en cocheras, y los jóvenes empezaron a vislumbrar un futuro menos árido en las
relaciones afectivas, y comenzaron a conocerse mejor los chicos y las chicas
del pueblo.
Entre grupos numerosos como el que se
organizó por aquellas fechas, siempre es posible la formación de subgrupos de
gustos más o menos comunes, y eso también sucedió aquí de forma inevitable.
Por entonces, los jóvenes ligados a la
iglesia, empezaron a ser llamados con el sobrenombre de “Los Chicos del Cura”,
no sólo por lo que se prodigaban en sus actos culturales y lúdicos, sino
también por algunas de sus sonadas gamberradas, entre las que podría destacar
dos de ellas: había dos vecinas, que tenían en las puertas de sus respectivos
patios, una colección de macetas impresionantemente cuidadas y hermosas, pues
bien, una noche de Navidad, algunos “graciosos” del pueblo, entre los que iba
el hijo de una de ellas, se dedicaron a cambiarles las treinta o cuarenta
macetas que cada una de ellas tenía, con la confusión y el mosqueo que a la
mañana siguiente produjo entre las vecinas, por lo menos, mientras que no
empezaron a razonar. Aquella misma noche de Navidad, la pila de lavar de una de
las vecinas del pueblo fue transportada, con todo su contenido, hasta dos
calles más allá, y la dejaron en la puerta de otra vecina del pueblo. Memorable
fue pasar al otro día cerca de la vivienda de aquella sencilla mujer, y
escuchar la retahíla de insultos que dedicaba a “Los Chicos del Cura” que ella consideraba
culpables de la gamberrada.
En términos generales, se podría considerar
que la etapa de Paco Clemente fue positiva para la juventud de Alumbres,
independientemente de la orientación política que cada uno le haya dado a su
futuro, independientemente de las creencias religiosas que cada uno haya
decidido secundar, porque para unos y para otros, supuso un período de
aprendizaje y formación que de otra forma no habría sido posible. A todos les
sirvió para el desarrollo de su vida social posterior.
Jóvenes con D. Francisco Clemente. Foto: Archivo particular de Francisco Atanasio Hernández
También quiero recordar al cura Antonio
Bermejo que aunque llevaba la parroquia de Vista Alegre, desde 1968 al 72
compartió domicilio en Alumbres con Paco Clemente, y es de esa gente que deja
huella, porque antes que cura, es una persona ejemplar que se hace querer por
propios y extraños, y desde que comenzó su andadura por esta zona, hace ya 48
años de los 50 que lleva de sacerdote, se le conoce como un cura obrero que se
gana la vida con el sudor de su frente, aunque en la actualidad está jubilado.
En Vista Alegre, que es donde ha estado
destinado casi todo este tiempo, me consta que ha realizado una importante
labor social, reconocida por creyentes, no creyentes y descreídos, de dentro y
fuera del barrio.
El cura de los
altavoces, D. Julián Vicente García.
De 1989 a 1993, le tocó el turno a este cura,
que no se conformaba con que lo escucharan los feligreses que acudían a misa, y
puso altavoces en el exterior de la iglesia, para que nadie del pueblo se
quedara sin escuchar sus sermones, y desde el poder que le daban los hábitos
religiosos y la megafonía, cada domingo se dedicaba a verter aceradas críticas
contra los bares, pubs y discotecas.
Un vecino, le acusó ante la prensa, de
negarse a bautizar a sus nietos porque sus padres estaban casados por lo civil,
y otro dijo que se había negado a dar la comunión a su hija, una niña de 11
años, porque no era de la parroquia de Alumbres, y por lo visto, tampoco quiso
realizar una misa de difuntos a una vecina, porque la mujer había renunciado a
los últimos sacramentos.
Durante su corta estancia en Alumbres,
mantuvo una actitud permanente de inexplicable enfrentamiento con la población,
que llegó a su máxima expresión el día de San Roque de 1993.
Ese día, alrededor de las once de la mañana,
cuando la gente joven se divertía en la plaza de la Iglesia, mientras
preparaban una moraga para recuperar fuerzas, escucharon atónitos por el
altavoz de la iglesia, cómo el cura decía que “las fiestas de San Roque, más
que un acto religioso, eran un acto criminal, protagonizado por borrachos y
drogadictos”, eso es lo que publicó la prensa al día siguiente.
Parece ser que alguien que estaba escuchando
la misa en el interior de la iglesia, le recriminó sus insultantes palabras en
el mismo momento que se produjeron, pero el cura lejos de retractarse, o pedir
disculpas por sus excesos verbales, se reafirmó en lo dicho.
Diario La Verdad 17-8-1993. Foto: F. Torres
A partir de aquí, se desencadenó la protesta
y el abucheo popular a la salida de la iglesia, y aquella misma tarde, la
procesión de San Roque que tenía que ser conducida por él la dirigió el cura de
Portmán.
Éste cura, sin duda, será difícil de olvidar,
porque es un ejemplo de cura poco recomendable para un pueblo libre, por su
ciego fanatismo y falta de respeto a fieles y no creyentes, y su intolerancia a
las costumbres y creencias de los demás.
De un cura que se cree dueño y señor no sólo
de las almas de sus parroquianos, sino también de sus cuerpos, y sus mentes, no
se puede decir gran cosa, además de que, posiblemente el hombre se cayó de un
cuadro del Greco, o de algún otro de siglos antes del Concilio de Trento y vino
a caer en Alumbres ¡A alguien le tenía que tocar la china oye!
Fuentes consultadas y/o utilizadas
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo XX.
-Tuñón de Lara. Historia de España.
Prensa
-La Verdad
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
-Juan García.
Testimonios
-Francisco Atanasio Hernández. Mis recuerdos.
el comunismo y la iglesia no deben ni rozarse, JESUS ERA APOLITICO, que quede claro, ni cerca ni lejos.
ResponderEliminarS. Unknown, o como se llame, en mi opinión, el fanatismo, manifestado en cualquiera de sus formas, es el elemento más peligroso que cualquier sociedad pueda padecer, de ahí la Inquisición y los inquisidores de todos los tiempos.
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