Foto y montaje: Francisco Atanasio Hernández
Un
rayo en El Zaraiche.
“El
día 28 de agosto de 1786 hubo en este pueblo una nube que cuajó una exhalación
en la casa que hay al otro lado del puente que llaman de la Tía María Manuela,
y una nieta de esta que se encontraba en la sala del entresuelo, la que hay en
la parte de poniente, limpiando una cómoda, le dio sobre la cabeza quedando
muerta en el sitio: la víctima tenía 21 años y era hija de D. Salvador Mercader”.
Curiosamente, en la primera mitad de los
años cincuenta del siglo pasado, hacia 1955, en una vivienda del Zaraiche que
hay subiendo al molino, justo en la parte de arriba de la vía, una madrugada
lluviosa acompañada de aparato eléctrico, vino a caer un rayo y abrió un
impresionante boquete en el terrado del dormitorio, y toda la instalación
eléctrica quedó carbonizada, el estruendo se escuchó en el pueblo como una
bomba, y la mayoría de los vecinos, lloviendo y todo, se acercaron por allí a
ver qué había pasado. A pesar de la peligrosa espectacularidad del accidente
producido por la naturaleza, no hubo víctimas humanas que lamentar, sólo las
pérdidas materiales. En la actualidad esta vivienda, totalmente reformada, es
propiedad de la familia de Loli Mercader y Jesús González.
Hasta
la implantación del ferrocarril Cartagena-La Unión el
14 de octubre de 1874, el transporte de los minerales en toda la sierra minera
se realizaba por medio de carros y animales de carga, y aunque al principio
ambos sistemas coexistieron y se complementaron, poco a poco, el tren fue
sustituyendo el transporte por otros medios, por lo que no a todo el mundo le
agradó la idea del tren, sino todo lo contrario, y generó numerosos casos de agresión con piedras y
otros objetos.
En la edición del 16 de marzo de 1899, El Eco de
Cartagena publicaba:
”Anoche ocurrió en el camino de La Unión un
caso de verdadero salvajismo, una mano criminal disparó un tiro al último tren
descendente, que no tuvo, por fortuna, consecuencias funestas. La bala penetró
por un cristal del vagón de primera y atravesando el ancho del carruaje fue a
salir por el cristal opuesto. No es esta la primera agresión que contra el
tranvía se comete. A pedradas ha sido acometido en ocasiones varias, pero la de
anoche constituye el colmo de tan criminales atentados.
El susto de los viajeros fue tan tremendo como
natural, porque el vagón iba ocupado por veintiséis personas. El atentado se
verificó en las inmediaciones de la estación de Alumbres. Llamamos la atención
de la policía sobre este asunto y esperamos que encontrará a los delincuentes
para que lleven su merecido.”
La edición del
Eco de Cartagena del 12 de septiembre de 1892 decía así “En el colegio establecido en Alumbres no pudo constituirse la mesa por
no haber concurrido los interventores ni asistir elector alguno al colegio. Hoy
lo ha sido con el Presidente y cuatro de aquéllos sin que se haya presentado a
votar ni un solo elector”.
La
caza furtiva
con lazo y con hurón era una práctica habitual entre muchos de los vecinos
aficionados, sobre todo por lo fácil y silencioso que suponía la consecución de
unos conejos con los que aportar un complemento alimenticio a la baja dieta
familiar de aquellos años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX
pasado.
Cazadores habituales de estos métodos
recuerdo al Manzanera y al Negrín.
Las nevadas en
Alumbres y el año 1957.
El día 21 de enero de
1957 nevó en Alumbres, y todas las calles, los terrados, los montes, los campos
incultos, y los cultivos, se vistieron de blanca y fría nieve, y los críos
jugamos con ella tirándonos bolas y amontonándola en forma de monigotes,
mientras que los mayores recordaban aquello que dicen en otros lugares donde son
más frecuentes las nevadas: “Año de nieves año de bienes”.
Alumbres nevado 1957. Foto: Pedro Nieto García
Tuvieron que pasar 48 años para
volver a ver nevar en Alumbres, Escombreras, Portmán, Cabo de Palos, La Manga
del Mar Menor, y Playa Honda, y aunque parezca extraño, en Cartagena no
llegaron a cuajar los copos de nieve que cayeron pues se derretían antes de
tocar el suelo. El día 27 de enero de 2005, algo después de las 7’30 de la
mañana, comenzaron a caer copos de nieve en Alumbres, y lo hizo durante más de
cuarenta minutos, dejando su blanca huella para el recuerdo encima de los
coches, en los terrados, en el molino, en las plantas y en los montes, y aunque
no fue de la misma intensidad que la anterior, lo cierto es que la emoción
embargó muchos de los corazones de aquellos que medio siglo atrás fuimos
testigos también de la otra nevada.
Después de la de 2005 no tuvimos que
esperar otros 50 años para ver nevar de nuevo en nuestra tierra, pues el 18 de
enero de este 2017 cayó una fuerte nevada en toda la zona incluyendo Cartagena.
Alumbres nevado 18-1-2017
Una curiosidad más relacionada con
las nevadas es que, tanto el año 1956 como el 2004, y el 2016, que son los que
precedieron a los años en que nevó en Alumbres son de los llamados bisiestos, o
lo que es lo mismo, aquellos que se repiten cada cuatro años y que el mes de
febrero tiene 29 días, y el año 366 en lugar de 365.
El
cacho de pan de los mineros.
Hasta principios de los años sesenta en
que se cerraron las minas del Gorguel y de La Parreta, algunos de nuestros
mayores estuvieron trabajando en ellas hasta el final, y siguieron manteniendo
la costumbre de que cuando volvían a casa después de las duras jornadas de
trabajo a las que estaban sometidos, siempre lo hacían con un cacho de pan de
reserva y un trocito de companaje (embutido), con sabor a pirita y manganeso en
el trapo, para que los hijos, que no iban muy sobrados de alimentos
precisamente, pudieran disfrutar encontrando algo que llevarse a la boca cuando
buscaran en su interior. Ahí pongo una octavilla relacionada con el tema que
compuse hace muchos años.
PARA LLENAR EL PUCHERO
Qué triste sales minero
de casa para el trabajo
silencioso y cabizbajo
para llenar el puchero
y al llegar al agujero
recuerdas que más abajo
mal comido y con andrajos
te dejas el mundo entero.
El
Rosita.
Pedro “el Rosita” era natural de
Alumbres, pero en los años sesenta trabajaba en Francia y tenía en el pueblo a
su familia en una vivienda solitaria que había junto a la vía, antes de llegar
al puente que hay camino de la finca del Levita. Cada año, por lo menos, venía
a ver a los suyos y en innumerables ocasiones, los jóvenes adolescentes de
aquellos años tuvimos la oportunidad de escucharle contar historias extrañas y
costumbres diferentes a las que estábamos habituados, pero sobre todo le
escuchábamos muchas veces cantar en francés y en castellano el Himno Nacional
de Francia, La Marsellesa, que entonces sonaba en los oídos de los jóvenes
alumbreños como algo ininteligible que inclinaba a la diversión y a la risa,
porque a veces, la ignorancia de aquellos a los que no les dejan ver más allá
de la punta de sus narices, suele transformar en humorísticas las cosas más serias.
…………………………………………
Los relatos que siguen a continuación proceden
del libro de Anselmo J. Sánchez Ferra
“El cuento folclórico en Cartagena” -Revista de Antropología Murciana, a
quien le agradezco que me haya permitido utilizarlos.
Los relatos los he transcrito con el
lenguaje que se utiliza en el libro.
235. PLEITO POR
EL SOL (Cuesta Blanca- pág. 299)
Con los de
Alumbres también tuvieron los perineros un conflicto, pos bajaban los de Perín por
las mañanas a Cartagena y llevaban el sol de cara. Subían por la tarde, otra
vez el sol de cara. Y se discutían con los de Alumbres porque los de Alumbres
iban por la mañana pa Cartagena, el sol d’espaldas, y por las
tardes también lo tenían d’espaldas. Y no estaban conformes.
Nota: En El
Albujón terminan diciendo que se metieron en juicio y que salió diciendo el
abogado:
-Nada, nada,
esto está solusionao.
Pagaron cada uno
su duro que le correspondió y entoses el juez sentenció que tenían
que hacerlo al revés, ir a Cartagena por las tardes y venirse por las mañanas.
615. ¡POCO
TOCINO PARA MUCHA OLLA ! (Alumbres-Perín-págs. 628-629)
Era un noviaje.
Ella era una buena señora, una buena jaca, ¿no? Y él era pequeñajo, ¿no? Y
cuando estaban galanteando, como se galanteaba entonses en la entrada de
las casas, vigilaos por toa la familia, pasaba el padre d’ella
y desía:
-¡Je! ¡Poco tosino
pa muncha olla!
Cada vez que
pasaba. Y él ya estaba cabreao. Y llega el día que se casan, se casan y
ponen una habitasión en la casa de los padres d’ella. Claro, la
primera noche pues había quejíos, había gimoteos:
-¡Ay!- Que tal y
cual.
Y desía la
madre d’ella:
-¡Nene! ¿No oyes
a la nena? ¿No oyes a la nena?
Y desía él:
-Bueno, sí, pero
a mí déjame, déjame.
-¡Levántate a
ver qué le pasa, que a lo mejor le pasa algo!
El marío va y
toca en la puerta, dise:
-¡Nena! ¿Pasa
algo, hija?
Y dise el
marío, dise:
-¡No, que s’a
hinchao el tosino y ahora no coge en la olla!
278. QUEVEDO
ENCIENDE EL NABO (Alumbres / Pilar de la Horadada págs. 364-365)
Se trata de D. Francisco
Quevedo Villegas, qu’era un escritor. Sabía siete idiomas el tío. Bueno,
pero claro, como vivía en la corte pues claro, él se invitaba a una resesión
que daba la alta aristocracia de Madrí, y va allí a los salones
aquellos, los criados le despojan del gabán, le cogen la chistera.
Pero claro,
todavía la lú eléctrica todavía no estaba por las calles, y entonses la
gente pudiente pos para alumbrarse por la calle pos llevaban una espesie
de linternas que funsionaba por un cabo de vela, y muy adornaditas
con las inisiales de cada uno. Porque claro, iban a una resesión de
esas y a lo mejor había treinta, cuarenta o sincuenta linternas ¿no?;
para identificarlas pos en fin, ponían sus inisiales, algunas con
plata, otras iniciales de oro y tal.
Bueno, él está
allí, atendiendo allí a los invitaos y tal, y había mujeres, claro. Y
donde hay
mujeres, pos perdonen pero, no es que sean malas, pero son muy
ocurrentes.
Y entonses,
al ver a Don Fransisco allí disen:
-¡Oy mira, está
Don Fransisco ahí! ¿Qué vamos a haser?
Para que dijera
algo, ¿no? Y entonse va la más espabilá y dice:
-¡Ya está!
Van a la cocina
de la mansión aquella, cogen un nabo, lo pelan, le dan forma de una vela, van a
la linterna de Don Fransisco, le cambian el cabo de vela por el nabo aquel
y lo dejan allí. Bueno, pues llega la hora de irse Don Fransisco, le
ponen los criados su gaban, su chistera y tal, saca cerillas para encender y se
da cuenta que aquello no era la vela, ¿no?, que era un nabo, y claro, se vuelve
y estaban las mujeres por allí, pero nada, disimulando, y dise:
-La gran ocurrensia
alabo
y merese
alabansa eterna
la c’a puesto
en la linterna
endeves de vela un nabo.
Yo sin reparar
cogia al cabo,
pero al no
querer arder
dije: nabo es en
mi poder.
Presumo vuestra ansiedá,
pero no tengo facultá
para nabos ensender.
El nabo no hay
que dudar
que está muy
bien colocado.
La que l’a puesto
es probado
que lo sabe
manejar.
Pero si quisiera
afinar
nabo de mejor
paterna
y tiene la mano
tierna,
pues venga a
usar de su primor,
que tengo yo uno
mejor
qu’el
que
ha puesto en la linterna.
544. LAS
HERMANAS RE PARTEN EL TRAJE (Alumbres-págs. 565-566)
Eran tres hermanas que s’abían
casao las tres con el mismo traje de novia y una vez casadas las tres pos
las tres querían el traje. Desía la mayor:
-No, porque es que la mamá me lo
compró a mí, porque soy la mayor.
Y la pequeña desía:
-Es que yo he sío la última
y debería ser pa mí.
Bueno, pues dice la madre:
-Mirad, arreglarse vosotras,
yo no quiero saber ná.
Y entonses acuerdan
las tres de que la que hisiese cabrón al marido más a la vista y que no
se enterase el marido, claro, que para esa era el traje. Claro, se ponen de
acuerdo las tres y dise la mayor:
-¡Yo empiezo
mañana!
Bueno, pues
empieza mañana. Vivían en la plaseta de la iglesia,¿no?, vivían enfrente
y ya se había puesto de acuerdo ella con el cura. Y llega el marido de
trabajar del campo, hecho un adefesio, y dice:
-¡Ven p’acá,
ven p’acá que me estás…! ¡Me untas las almohadas y a eso no hay derecho!
¡Ven p’acá!
Se ponen allí en la misma puerta,
en la calle, ¿no?, en el portal, se ponen allí de frente a asearse. El
cura qu’estaba preparado va corriendo:
-¡Pero bueno,
esto qué es! ¡Esto es una sinvergoncería5! ¡Vamos, aquí en la calle hasiendo
uso de matrimonio aquí! ¡Es que no tienen ustedes ahí su casa!
Dice el marido:
-¡Oiga, oiga,
oiga usté, que yo no estoy haciendo ná!
-¿Cómo que no
está hasiendo na? ¿Cómo que no? ¡Vaya usté p’allá! ¡Mire usté desde
la iglesia p’acá!
Claro, el marido
se va p’allá y el cura pos claro, lo hasía de verdá.
Y llega disiendo:
-Perdone usté
padre, pero sí parecía, paresía.
Esa ya era una.
La segunda se había puesto de acuerdo con el médico, pues se finge enferma del
vientre y le dise al marido que le había dicho el médico que tenía que
ir a haserse un lavao vaginal y que tenía que ir el marido,
porque claro…
Bueno, el marido
va y le dice el médico al marido:
-Bueno, mire usté.
Su señora no es que tenga na de importansia, pero necesita haserle
un lavado con este líquido que yo tengo preparao aquí y tiene usté
que ponerse este hisopo, esta brochita, ¿no?, tiene que ponérsela
con este ungüento que yo le doy. Usté se lo pone ahí y hace usté
uso de matrimonio y le toca usté, pero cuidao, no le
toque usté por tal sitio porque la deja usté ahí, en el sitio.
Dice el marido:
-¡No, no, mire usté,
hágalo usté porque yo, no sea el demonio que le toque algo
y la mato!
Dice el médico:
-¡Bueno!
Pos el médico la
tiende allí en la cama y el médico se sube ensima y desía el marido:
-¡Si no fuera
por el hisopo y la miel, yo diría qu’eso es joder!
El hisopo lo
había mojao en la miel, dijo que había que mojarlo en miel.
Entonces quedaba
la pequeña, ¿no? La pequeña se pone de acuerdo con el molinero, de un molino de
los de antes, y cuando llega su marido le dice:
-Oye mira,
tenemos que ir por harina que nos hemos quedao sin harina para comer.
-¡Bueno! ¡Mia
que venir de trabajar yo y ahora ir por la harina!
-Vamos en un
momento, hombre.
Cogen el burriquillo
que tenían, se van al molino, el molinero les prepara una saca de harina y
el marido no podía echar l’arina al burro.
-¡Me apuesto lo
que vale l’arina a que yo os hecho a los tres, al saco, a tí y a tu mujer
al burro!
Y claro, el
marido, viendo l’apuesta ganá dise:
-¡Venga!
-¡Ven p’acá!
Lo tiende boca
abajo ensima del saco.
-¡Tú, ven p’acá!
A ella,
bocarriba, ensima del marío. Y hasía el molinero así (abrazando
por debajo de la saca). Y desía ella:
-¡Maridito, que
nos carga!
Y desía él:
-¡No será
mientras haya marvas!
Porque se
agarraba a unas marvas que había por allí pa que no los
levantaran.
Así que ahora
dime: ¿para cuala fue el traje? Pa la del molinero, porque lo hiso
siendo colchón el marido.
Fuentes consultadas y/o utilizadas
Libros
-Anselmo J.
Sánchez Ferra. El cuento folclórico
en Cartagena-Revista de Antropología Murciana.
-Francisco
Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo
XX.
-Francisco
Atanasio Hernández. Lo que me quedó de
Alumbres en el siglo XX.
Poemas
-Francisco de Quevedo y Villegas. Quevedo enciende el nabo.
-Francisco Atanasio Hernández. Para llenar el puchero.Prensa
-Archivo Municipal de Cartagena. El Eco de Cartagena.
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
-Pedro Nieto García. Alumbres nevado en 1957
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