lunes, 26 de junio de 2017

LAS HOGUERAS DE SAN JUAN

         Junio, es el mes de la recolección de las mieses en las regiones del  Mediterráneo, y este evento, nuestros ancestros lo festejaban por todo lo alto, con fiestas en las que fácilmente se mezclaban rituales paganos con matices supersticiosos de origen religioso.

El fuego es el más importante elemento de purificación conocido, los Celtas, utilizaban el ritual de la cremación con sus muertos, y no era por capricho, sino porque por ese medio se eliminaba la posible expansión de enfermedades y epidemias.

            La religión cristiana, utiliza la fábula de “el fuego del infierno”, para intimidar a los temerosos de que el castigo de Dios caiga sobre ellos, porque enviará sus almas pecadoras a quemarse en el infierno.

        En antiguos períodos de guerras, al principio de la historia, se producían epidemias que devastaban poblaciones enteras, y para evitar su propagación, las gentes quemaban los cuerpos de los muertos infectados y todas sus pertenencias, porque le daban al fuego un poder purificador inigualable, y lo cierto es que no se equivocaban, porque con el fuego eliminaban todos los virus adheridos a ropas y enseres. Hasta no hace mucho, por estas tierras, las ropas de los muertos se quemaban, quizás con ese mismo criterio.

         Se sabe que en otros lugares de España, como en Navarra, en los llamados aquelarres, se realizan rituales a los que se les llama satánicos o de brujería, desde tiempos inmemoriales, y en los que el fuego juega también un importante papel.
            El fuego en nuestra tierra tiene también ese carácter purificador que lleva implícito el culto al fuego en otras culturas, de hecho, hay muchos lugares de las costas del Mediterráneo que tienen costumbres parecidas a las nuestras, especialmente en el Levante español, Alicante, Valencia, etc., como es que, llegado el solsticio de verano, las gentes del lugar llevan a cabo rituales purificadores quemando enseres viejos e inservibles amontonados, como un símbolo de renovación y bienvenida a la nueva estación.
Fotos: Francisco Atanasio Hernández 
         Durante mucho tiempo, por esta parte de la geografía española, los críos del pueblo eran los encargados de preparar las hogueras que habrían de quemarse la noche de San Juan, leños, maderas viejas, trastos inservibles, y matorrales secos, se iban amontonando de forma anárquica, sin orden ni concierto, en el lugar más apropiado de la zona, un solar, una plaza, o un descampado, cerca de las viviendas de los que los habían ido recolectando.
Por lo menos cinco o seis hogueras se incendiaban en el pueblo, eso sí, cada grupo de chiquillos tenía que vigilar la suya, porque mientras que unos cenaban, algún que otro grupo de chiquillos más traviesos, se dedicaban a incendiar las de los demás, o por lo menos lo intentaban, pero en más de un caso, consiguieron su objetivo.
Por entonces, José Ojados era guardia de la portería en Refinería y para la noche de San Juan, pedía que le trajeran hasta cerca de su casa, algunos de los camiones de matorrales que salían de la limpieza del terreno.

Aquelarre de  Francisco de Goya
Más o menos a las doce de la noche, la hora mágica de la noche más hermosa del año para muchos, cuando empezaba el día de San Juan, era el momento apropiado para empezar el ritual del fuego. Se incendiaban las hogueras entre el jolgorio de los vecinos y el crepitar de las fogatas que elevaban sus llamas hacia el infinito y se explotaban algunos petardos.
Muchos jóvenes, se preparaban entonces con sus pértigas de caña o de  madera, para saltar sobre las llamas cuando estas decrecieran lo suficiente como para desafiar al fuego, en un ritual verdaderamente inmunizador, otros menos osados y los más jóvenes, esperaban a que quedaran sólo los rescoldos para saltar sobre ellos.
La magia del fuego hacía sonreír a todos los asistentes, porque cada cual buscaba su resplandor alrededor de la hoguera, y saltaban y reían enfervorecidos hasta que hubiera fuego en la pira.
Finalmente, un sencillo poema de mi cosecha de hace muchos años.

LAS HOGUERAS DE SAN JUAN

Amontonados, unos sobre otros

sin orden ni escalafón alguno
desaliñados, de cualquier manera
se yerguen impertérritos
en medio de la plaza
la recolección voluptuosa
de leños, maderas viejas y matorrales secos
resignados a su suerte
esperando con insólita paciencia
el comienzo del espiritual sacrificio
con la ceremonia de fuego
que cada año se celebra
en la Noche de San Juan.

La luna se expande
la noche se cierra
y a las doce en punto suena
la señal para incendiar la hoguera.
Ya comienza el crepitar de la leña
ya se elevan hacia el infinito
sus ansiosas llamas
entre el enardecedor jolgorio
de la muchedumbre que la rodea.

Niños y mozos se preparan ya
para saltar las fogatas
en una mezcla de osado desafío
y de ritual inmunizador.

En la Noche de San Juan
cada cual busca su resplandor
alrededor de la hoguera.


Unos lo buscan dentro
otros lo encuentran fuera
y mientras los más atrevidos
realizan sus enérgicas piruetas
y arriesgados malabarismos sobre el fuego
muchas parejas de amantes
se escabullen en silencio
y buscan con pasión resplandecer
en las más cálidas penumbras.


Fuentes consultadas y/o utilizadas

Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Alumbres en el siglo XX.
-Francisco Atanasio Hernández. Lo que me quedó de Alumbres en el siglo XX.

Poema
-Francisco Atanasio Hernández. Las hogueras de San Juan.

Fotos
-Francisco Atanasio Hernández. 
-Francisco de Goya. Aquelarre.

Testimonios
-Mis Recuerdos

No hay comentarios:

Publicar un comentario