Preámbulo.
Durante
muchos años he sentido la necesidad de desentrañar el misterio que escondían
las ruinas del lugar que siempre hemos llamado la Ermita del Calvario, sin
embargo, hasta no hace mucho tiempo seguía sin tener ni un solo indicio que me
condujera a la búsqueda de su origen y razón de ser.
Es
verdad que como la mayoría de los críos del pueblo de mi generación, alguna que
otra vez estuve allí arriba por cualquier razón, pero sólo recuerdo haber visto
una pequeña construcción ruinosa, el techo derruido y las paredes medio
derribadas, donde tiempo atrás hubo un oratorio según decían nuestros
antepasados.
A
los historiadores que nos gusta ceñirnos a la verdad, aunque a veces no la
digamos toda porque entre otras razones queramos evitar herir ciertas
sensibilidades, a la hora de escribir sobre un acontecimiento o lugar, procuramos
hacerlo desprovistos del apasionamiento que puede conllevar el relato de un hecho
o lugar entrañable que te señala directamente al corazón, o sencillamente a tu
forma de pensar, todo ello con el fin de ser lo más fiel y correcto posible en
el relato histórico.
Ermita
del Calvario de Cartagena. Foto: Francisco Atanasio Hernández
A todo esto, no
se puede negar que Alumbres es uno de los pueblos más antiguos de la comarca, y
que para llegar hasta aquí, casi cinco siglos después de iniciarse el
poblamiento, ha tenido que atravesar por difíciles momentos que a veces
amenazaron su existencia, y ello le ha hecho acreedor de cierto respeto y
simpatía de los pueblos de alrededor y por extensión del Ayuntamiento de
Cartagena, aunque a veces no se manifieste con la nitidez que se merece.
El
caso es que, la comunicación oral sobre todo y alguna que otra publicación
escrita, indujo a la mayoría de los alumbreños a realizar su propia
interpretación sobre el origen y la historia religiosa de la construcción del
Calvario deseosos de que se valoren sus cosas, su historia, su contribución al
progreso y su sacrificio solidario.
Sinceramente
nunca he sido amigo de las historias sin argumentos, y por ello he guardado
mucha cautela con un asunto de una
naturaleza tan sensible como la que trato en el presente artículo.
Siempre
he procurado tratar con el máximo respeto a las personas y sus ideales, sobre
todo si ese tratamiento es correspondido, y me consta que muchísimos, la
inmensa mayoría, de esos alumbreños/as que son fieles creyentes y no descreídos
como yo, respetan mis opiniones y mis escritos como yo lo hago con ellos y con
sus ideas, aunque siempre haya alguna excepción.
Virgen
de la Soledad-Rincón de la Soledad en Cartagena. Foto: Francisco Atanasio Hernández
Valga
este preámbulo para introducirme en el fondo del artículo que no es ni más ni
menos que el origen y la historia del santuario del Calvario de Alumbres.
Precedente devocional a la Virgen de la
Soledad
El domingo 22 de
marzo de 1874, al poco de terminarse la guerra del Cantón, se celebró una
procesión que salió desde la iglesia de Alumbres, donde al parecer estuvo
custodiada la imagen de la Virgen durante la contienda, pasando por Escombreras
hasta su altar en la ermita del Calvario de Cartagena.
Ese
día fue una fiesta, y en Escombreras la procesión acompañada de banda de música
de Alumbres, fue recibida por las autoridades del barrio y las personas más
destacadas de la localidad, y sus calles y fachadas estaban engalanadas de
colgaduras, banderas, gallardetes, flores y arcos de triunfo, y hubo suelta de
palomas a su paso por las calles del pueblo y misa de Acción de Gracias en la
capilla preparada por los Sres. de Aguirre y Salafranca.
Virgen
de la Soledad en la fachada de la ermita del Calvario de Cartagena.
Foto: Francisco Atanasio Hernández
Foto: Francisco Atanasio Hernández
Luego la
procesión siguió su camino hasta el destino de la Virgen de la Soledad en el
monte Calvario.
Conflicto con la Iglesia
Antes que nada
voy a abordar un conflicto que hubo entre los vecinos feligreses de Alumbres y
el Obispado entre el mes de mayo de 1885 y agosto de 1888, y que para mí es el
origen del santuario, bien para utilizar el edificio construido para otra
misión, bien para cauterizar las heridas causadas durante el conflicto, lo que
supondría una pronta reconciliación.
En mayo de 1885
después de 40 años en Alumbres, se destinaba al cura D. José María Pérez, a
Alpera, y como consecuencia se iniciaba una controversia entre el Obispado y
los feligreses alumbreños que intentaron evitarlo por todos los medios. El
hecho lo he conocido porque dos vecinos del pueblo, J. A. Soriano Hernández y
P. Martínez Sánchez publicaron en El Eco de Cartagena una carta pidiéndole al
Director del periódico que les ayudara a evitar el traslado de tan querido
cura.
Sin embargo, la
decisión de la autoridad eclesiástica fue inflexible y días después mandaba un
nuevo cura al pueblo, que fue recibido con “…ruido
de cacerolas, cencerros, caracoles, almireces y latas de petróleo y al día
siguiente, aparecieron por la mañana en las esquinas unos letreros que decían:
¡Fuera el Cura!”
La respuesta de
represalia del Obispado fue inmediata y trasladó al cura a La Unión, cuya
parroquia dependía de la de Alumbres hasta ese momento, haciendo a la parroquia
de Alumbres depender de la de La Unión a partir de entonces.
Tanta tensión se
generó entre los fieles alumbreños, que según el Eco de Cartagena de junio de
ese año, se publicó una carta de Alumbres en Las Provincias de Levante, en la
que “…se aseguraba que aquellos vecinos
han acordado, separarse de la Iglesia Católica y abrazar el protestantismo,
para lo cual parece ser que está habilitando una capilla y buscando un ministro
de aquel culto.”
Las represalias
del Obispado siguieron creciendo y el 18 de agosto cuatro parejas de la Guardia
Civil trasladaron desde Alumbres a La Unión el archivo parroquial.
El mismo
periódico, tres años después, en agosto de 1888, publicaba “El archivo de la parroquia de Alumbres que se hallaba provisionalmente
en La Unión, ha sido restituido a aquella por orden del Sr. Obispo.”
Origen de la Ermita del Calvario.
Me he permitido la licencia de
realizar un dibujo de lo que yo creo que fue la planta del edificio religioso
del que hablamos y que sólo es una idea personal según los restos que he visto.
Dibujo
del santuario según los restos de los cimientos. Elaboración propia
Los
restos del oratorio, según mi punto de vista, ofrecen los siguientes datos:
Se
trataba de una construcción de planta rectangular, de unos 6 m de largo por 4 de
ancho, (el interior es de algo menos 5,20 x 3,20 aproximadamente) levantada
sobre muros de piedra y cal de unos 40 cm de grosor, a la sala principal estaba
adosado un pequeño compartimento en la esquina noroeste de 1,70 x 2,30
aproximadamente.
El interior de
la construcción estaba enlucido con gruesa capa de yeso. Por los restos de teja
que hay esparcidos por el lugar, el techo debió de estar cubierto de ese
material.
Restos
del santuario lado Noreste. Foto: Francisco Atanasio Hernández
Tuvo dos vanos
abiertos en la pared orientados al Sureste, y otro mirando al Norte, y aunque
todo indica que uno, o los dos huecos del Sureste debieron de ser puertas de
acceso, no tengo claro qué función pudo tener el de la pared Norte, y por
tanto, esto que digo, hay que tomarlo como una conjetura.
Según los
resultados de las investigaciones que he realizado sobre el Calvario, este
oratorio fue construido por iniciativa de un grupo de mujeres que fueron
calificadas como “Asociación de Mujeres Piadosas” a finales del siglo 19,
siendo párroco del pueblo Fernando Gallego Pérez y coadjutor de la parroquia
Miguel Puche.
Restos
parte del camarín adosado. Foto: Francisco Atanasio Hernández
El sábado 8 de
noviembre de 1890, sería un día importante para los fieles alumbreños, pues ese
día “…tuvo lugar la bendición del nuevo
oratorio dedicado a la Virgen de la Soledad, ante la inmensa concurrencia de
fieles que a presenciar dicho acto acudió al monte”.
Durante
todo el trayecto de la comitiva hacia el monte, se escucharon el constante
repicar de las campanas mezclado con los acordes de la banda de música del
Regimiento España y los repetidos estampidos de los cohetes que se lanzaban al
aire “El inmenso gentío que a la Virgen
acompañaba, y el aspecto del monte cuajado de innumerables personas, formaba un
maravilloso concierto y daba al pueblo un aspecto nunca visto de alegría. Hasta la naturaleza parecía formar parte en
esta fiesta luciendo un espléndido sol, y sin que la más ligera nubecilla se
atreviera a aparecer sobre el horizonte por temor de empañar el hermoso color
azul de la bóveda celeste”.
Cuando la procesión llegó a la
ermita ésta se encontraba engalanada en abundancia con llamativos adornos y
profusamente iluminada, y después de colocar
a la Virgen en su camarín se le dedicó un cántico de acción de gracias (Te Deum) y una salve a cuatro voces con
acompañamiento de armonio (armonium).
Por la tarde volvió a repetirse la salve a cuatro voces y el lunes por la
mañana se celebró una misa a tres en el nuevo santuario.
El cronista terminaba su informe
con palabras de elogio a las devotas mujeres que habían hecho posible el
oratorio y el acto de exaltación religioso y cómo no, al cura del pueblo “Loor al virtuoso párroco D. Fernando
Gallego y al joven y digno coadjutor D. Miguel Puche, que infatigables en el
desempeño de su sagrado ministerio, procuran a toda costa librar a esta
población del indiferentismo religioso, que cual enfermedad contagiosa invade
pueblo tras pueblo, comprometiendo la tranquilidad y bienestar de sus vecinos”.
De
esta manera tan poética terminaba el cronista su relato, manifestando su total
satisfacción con la fiesta religiosa que había contemplado en esos días,
seguramente de forma activa.
Después
de ésta no he encontrado ninguna otra noticia de la Ermita del Calvario de
Alumbres, lo que me induce a sospechar que el experimento no tuvo mucho éxito y
a los pocos años pudo abandonarse el oratorio, aunque de la lectura de algunos
párrafos del escrito se pueden sacar algunas conclusiones.
Por último,
quiero decir que, vendedores de humo siempre los hubo, y en períodos de crisis
económica, moral y espiritual, como la que acabo de tratar, y que no por
casualidad, se parece mucho a la que actualmente estamos viviendo, estos profesionales
del confusionismo se multiplican, rebuscando en la basura del pasado fantasías
que ilusionen a los parroquianos, e
investidos de falso patriotismo y sobrados de inmoralidad, en su afán de
confundir el respeto por la tradición con el más exacerbado conservadurismo, no
es de extrañar que hagan resurgir una “Asociación de Mujeres y Hombres
Piadosos” de esos que te rechazan y
desprecian, discriminan y censuran porque no piensas como ellos, o te enseñan
los músculos y te amenazan con “reventarte” en cuanto les llevas la contraria
(los matones son muy tradicionales), pretendiendo reconstruir un pasado que
solo fue un ejercicio ilusionista más.
Fuentes
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Retazos de la historia de Alumbres.
Prensa
-Archivo digital de Murcia. Diario de Murcia.
-Archivo digital de Murcia. El Eco de Cartagena.
Croquis
-Francisco Atanasio Hernández.
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
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