Dedicado a ti, TERESA CASTA AMEDIAS
con toda mi desconsideración.
-¡Aleluya!,
¡albricias!, ¡eureka!, ¡hemos triunfado!, ¡ídem...!, digo... eso, ¡lo mismo que
antes! Joder tú, con la emoción me he hecho un lío que para qué contar.
La Santa, como se
conocía a Teresa Casta Amedias, gritaba y saltaba lo que su orondo y pesado
cuerpo le permitía, porque no es fácil mover alrededor de 120 Kg de peso
repartidos en no más de 120 cm. de altura. Las medidas de la mujer ideal,
90-60-90 guardaban una respetuosa distancia con las de Teresa, las cuales se
aproximaban más a las de los modelos de Botero, 130-150-140, pero aún así ella
se mostraba feliz y jovial, porque su hallazgo iba a dar mucho que hablar, y
posiblemente supusiera para ella la tan ansiada inmortalidad.
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
Y no era para
menos, la Santa, acababa de encontrar la clave del misterio de las tres marías,
pues todos los testimonios escritos, de la amplísima documentación que había
consultado en su ya larga y hasta ahora ingrata labor de altruista
investigación, le confirmaban con certidumbre meridiana, la veracidad de los
principios rectores de la doctrina que desde hacía mucho tiempo venía
propagando entre sus fieles seguidoras, en su abnegada actividad apostólica. Y
es que, la primera mujer que se entregó a la lucha, cuerpo a cuerpo, y en todas
las posiciones conocidas e inimaginables, contra el poder omnímodo de los
hombres, fue una tal María, aunque eso sí, aún no había conseguido saber a ciencia cierta, si se trataba de
aquella María que anunciaba las sabrosas galletas María, y que en su día
llamaron María la Portalera, o María la de las Madalenas, más conocida como
María Magdalena en círculos femeninos, por su amplísimo historial de renuncia y
dedicación, e incluso se especula con la posibilidad de que se tratara de una
tal María Mariguana, como se la conocía
por entonces a ésta, porque al
parecer padecía potentísimas obnubilaciones orgásmicas en el acto. No obstante,
la Santa, aún no había dado por concluidas sus investigaciones, y continuaba
estudiando la calavera de María, y lo que quedaba de algo parecido a un
rudimentario preservativo de esparto picado, hallado entre los restos óseos de
las entrepiernas del cadáver en cuestión, encontrado en las prospecciones que
la misma Agrupación Pastoral de Mujeres de la Magdalena venía llevando a cabo
en el conocido Patio de los Olivos, propiedad de ella misma.
Por eso, la
Santa, se sentía muy molesta con los arqueólogos del lugar que le tomaban el
pelo, menospreciando su trabajo de investigación y sus sabias deducciones. Pero
ella insistía en que, ni mucho menos, se podían desdeñar sus grandes
conocimientos sobre las gentes de aquellos tiempos, de hecho, el hallazgo del
preservativo de esparto picado no era un caso aislado, porque había que
recordar aquel otro hallazgo de un rótulo en granito en el que se podía leer:
“FÁBRICA DE CHUBASQUEROS DEL PITO”. Y que dicho sea de paso, fue la causa que
motivó a tantos tragaldabas, de esos que siempre están al acecho para traducir
en votos, sus gestas sociales con el bolsillo de todos, para apoyar
económicamente sus investigaciones, a pesar incluso, de la abierta oposición
del Colegio de Arqueólogos, que pretendía entrar allí ¡en propiedad particular,
tú!, a realizar las prospecciones y los análisis que consideraran necesarios.
Por lo tanto, era inevitable relacionar ambos asuntos, porque todo ello, venía
a confirmarle las sospechas de que ya por entonces existían controles de
natalidad, y una industria adecuada a las necesidades y a las posibilidades de
la sociedad de su tiempo, así lo demuestra la documentación, y otros
testimonios encontrados hasta la fecha.
-Aquellos sí que eran hombres inteligentes. Entonces
deseaban a las mujeres entradas en carnes como yo, y no flacuchas como las
prefieren ahora -murmuraba con cara de
nostalgia.
El fervoroso
ingenio de la Santa, parecía tener respuestas para todo, incluso había
elaborado una teoría sobre la evolución del preservativo a lo largo de la
historia, -que ella deseaba poder publicar algún día en un libro memorable-
según ésta, el primer condón conocido era precisamente este de esparto picado,
de muy larga tradición entre nuestros ancestros. Posteriormente, parece ser que
los cristianos de las catacumbas, descubrieron la eficacia anticonceptiva de
los preservativos de tripas de cabrito o de jabalí, aunque a decir verdad,
parece ser que entre los antiguos fueron más aceptados los de tripas de cabrito
por su mayor sensibilidad, de hecho, este condón supuso una auténtica
revolución, porque en muy poco tiempo, no sólo desplazó totalmente al primitivo
condón de esparto picado, sino que además, se puso de moda el cabrito, la carne
de cabrito, los cuernos de cabrito, las patitas de cabrito, la piel de cabrito,
etc. Las gentes más progresistas tomaron como mascota a un cabrito, para que
nunca faltara en casa una de esas tripitas tan estimadas como necesarias, si
bien, su fabricación tuvo que ser puramente artesanal y clandestina, pues su
producción, venta y distribución, estuvo igual de prohibida y perseguida como
los antiguos cristianos y su doctrina, aunque los más progres siempre supieron
escaparse de las poderosas fauces de los leones. Pero la verdadera revolución
de este popular producto, comienza en la primera mitad del siglo XVIII, con el descubrimiento
de la vulcanización del caucho, que extendió por toda Europa la utilización de
los primeros preservativos modernos, hasta la actualidad en que ya se pueden
adquirir condones de diversa naturaleza, desde los de talla estándar hasta los
de longitud y diámetro súper, o desde el condón de color a gusto del consumidor
hasta los de sabor a manzana, naranja, frambuesa, cereza, limón, etc.
Los amplísimos conocimientos teóricos de la Santa
sobre la historia, desarrollo, e incluso de la gran diversidad de calidades
sobre el condón eran inigualables, sólo que hasta el presente, ningún hombre le
había ofrecido la oportunidad de probar uno de ellos, así que, siempre que
hablaba de condones terminaba proclamando con cierto orgullo su peculiar
virginidad.
Singularmente
humilde, siempre decía a sus muchachas que todos esos magníficos
descubrimientos, nunca les tenían que hacer perder de vista la generosa misión
que las había puesto en la senda del esclarecimiento del sagrado misterio.
-De momento, es
conveniente recordar que esta mujer fue un ejemplar único, hasta el punto, de
que la mayoría de las polémicas que se han desatado, lo han sido, en torno a la
difícil comprensión de su peculiar personalidad, tres historias diferentes para
los restos de un solo cuerpo, y un único espíritu verdadero -decía jubilosa la
Santa.
-¡Los que hoy nos
odian, mañana nos adorarán! No os quepa duda de que algún día, este pueblo,
tendrá que reconocer el inmenso esfuerzo, los muchos sacrificios que nos ha
supuesto la grandiosa obra de desvelar
uno de los más antiguos misterios de la humanidad. Ya lo estoy viendo, aquí
mismo, en nuestro Patio de los Olivos, harán esculpir un grupo escultórico con
tres imágenes femeninas que representarán a cada una de nosotras, y debajo un
rótulo dorado que dirá, “A la eterna memoria de la Agrupación Pastoral de
Mujeres de la Magdalena”.
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
El misterio
estaba ahí, habían tres historias diferentes y el denominador común de un
espíritu aventurero y combativo, que impregnaba hasta la médula las tres vidas
del único esqueleto humano que podía sustentar la teoría elaborada por Teresa
Casta Amedias, a partir de un texto biográfico de María -que sólo ella había
visto- hallado entre los restos arqueológicos de la antigua biblioteca de
Alejandría, y cuya autoría se atribuye a una tal Ambrosia Patraña
-contemporánea de Judas Iscariote y Pilatos, se cree que es la escritora más
antigua-, es cortito pero muy clarificador.
María la
Portalera, es la primera María que aparece en la biografía de Ambrosia Patraña,
y al parecer, se la conocía así, porque entre otras virtudes, tenía la de
conocer la vida y milagros de sus convecinos, hasta el punto de que disponía de
un archivo, organizado en orden alfabético, de
todos y cada uno de los vecinos del pueblo, y contenía nombre y apellidos, dirección, profesión,
trabajo, ideología, gustos artísticos, tendencia sexual y vicios.
En un principio,
María y sus convecinas, aprovechando que sus respectivos esposos estaban
enviciados en el casino y se pasaban la mayor parte del tiempo jugándose el
dinero al julepe, comenzaron a matar el tiempo con un inocente juego al que
llamaron “Plantar nabos en el bosque”. Y todos los días se iban a uno de los
pocos vergeles que había por allí cerca a jugar con varios amigos del barrio,
los cuales se turnaban con sumo placer en todo, incluso en la menos grata labor
de garantizar el adecuado entretenimiento de los viciosos maridos. Todo
sacrificio estaba bien empleado con tal de asegurar el placer y la tranquilidad
colectiva.
Pero esta María,
tenía muchas más virtudes, y la mayor de ellas era su fanática afición a las
lapidaciones masculinas -nunca asistía a las lapidaciones de mujeres-, de donde
procede su obra más edificante, pues fundó la “Sección Femenina para la
Lapidación Varonil”, con las otras dos inseparables vecinas de su mismo
rellano. Instaló la sede social en una de las habitaciones de su propio
domicilio, y según parece, salvo un corto período conflictivo, nunca faltó a
una lapidación, y siempre lo hacía acompañada de sus dos abnegadas discípulas y la pancarta de rigor que las
identificara entre el mujerío, además de una buena selección de puntiagudas
piedras en el zurrón, para la activa participación en el espectacular
ajusticiamiento.
Un día, las
mujeres de la Sección Femenina para la Lapidación Varonil, pensaron que había
llegado el momento, de que su perseverante e ingrata lucha por la defensa y
mantenimiento de la más clásica de las tradiciones populares, obtuviera un
reconocimiento de los poderes públicos, y creyeron que podían empezar por
dejarles entrar gratis al recinto, pero el portero, que era un hombre sencillo
y cabal que sólo quería cumplir con sus obligaciones a rajatabla, se negó
rotundamente a ello, en tanto no recibiera instrucciones precisas que así se lo
ordenaran, y entonces se enzarzaron en una agria discusión que pronto degeneró
en un cruce de insultos, con resultado claramente desfavorable para los
intereses del portero.
-¡Vamos a casa!
-dijo imperativamente María a las suyas.
Cuando llegaron,
se fue directamente a por su archivo particular, y buscó con manifiesta
ansiedad la ficha de Rafael Izquierdo.
-¡Aquí está!, ¿A
ver qué tengo aquí?, ¡Caramba! Pues parece que no tiene nada importante en su
historial.
-Bueno y qué,
María, tú nos enseñaste, que cuando el enemigo no tiene ninguna podredumbre que
ocultar se le inventa, ¿o no es así?
-Pues claro
chicas, hasta ahí quería yo llegar, que sea él, si es capaz, quien demuestre
que no es verdad lo que le vamos a imputar.
Durante los
cuarenta días siguientes, María y las suyas, estuvieron yendo a la puerta del
lapidatorio a repartir panfletos y desplegar una pancarta que decía así:
“PORTERO VIOLADOR QUEREMOS JUSTICIA”. El cuadragésimo día llegaron allí dos
alguaciles muy serios, y después de leer una circular por la que se comunicaba
que a partir de aquel momento y en adelante, la entrada al lapidatorio sería
gratuita para todas las mujeres, detuvieron al portero y lo condujeron hasta el
lugar donde iba a ser apedreado hasta la muerte, por un enfervorecido ejército
de mujeres que clamaban venganza inmediata.
Poco más se sabe,
unos dicen que las luchas internas por el control de la dirección condujeron al
grupo a su autodisolución, otros, que se incorporaron a un grupo más numeroso
donde las tres amigas siguieron ocupando cargos de dirección en su Comisión
Ejecutiva, los más, piensan que a María la Portalera la hicieron funcionaria,
con la condición de disolver el molesto grupito.
Cannabis Sativa
María Mariguana,
era natural como la vida misma, como lo son los verdes campos, como lo son las
montañas, los mares, los vientos,... Le gustaba la vida tal cual venía y
apuraba cada instante como si fuera el último que le quedara por consumir. Todo
lo verde lo escudriñaba con fervorosa devoción, todo lo verde lo disfrutaba con
verdadera ansiedad. Le encantaba
recolectar amapolas y zambullirse lujuriosamente en el manto de colorados
capullos que salpicaban los verdes trigales. Le gustaba perderse de cuando en
cuando en lo más intrincado del bosque, para emborracharse de verdes y
fantásticos sueños.
Sin duda alguna,
la mayor originalidad y contribución de esta virtuosa mujer, está en que fue la
primera que ejerció un derecho fundamental, como el del trabajo, en pie de
igualdad con los hombres. La oportunidad se le presentó un día que se
encontraba en el bosque, fumándose unas hermosas hojas de cannabis, que ella
misma recolectaba por allí, cuando llegó un fornido caballero montando un
blanco corcel, y aprovechando que no se veía a nadie más por el lugar, sin
cortarse un pelo, se bajó rápidamente del caballo y abrazando decididamente a
María, le propuso hacer el amor allí mismo y en ese preciso instante, a lo que
María no opuso resistencia alguna sino todo lo contrario, y retozaron y
gritaron de placer en el mullido colchón de hojarasca, una vez, y otra, y otra
vez más,... durante todo el día, hasta que estando fumándose uno de los liados
de María, él pensó que era hora ya de echarle algo de alimento al desfallecido
cuerpo, y la invitó a su rica mansión. Allí estuvieron recluidos largo tiempo,
jodiendo y jalando cuanto tuvieron gana, pero el caballero se hartó de joder y
jalar siempre lo mismo.
Amapolas
-Oye María, ¿tú
qué otra cosa sabes hacer bien?
-Yo sé hacer
muchas cosas, pero como me encantan las armas de fuego y el bosque, me gustaría
ser guarda forestal.
-¡Eso está hecho
María! En adelante, te vas a encargar de guardar aquel bosque donde nos
conocimos, y te asignaré el mismo salario que al guarda que tengo en el bosque
de más al Sur. Allí te haré construir una cabaña y nunca me olvidaré de ti.
El tiempo fue
transcurriendo perezosamente entre los cuelgues de María y los polvos del
caballero sobre la mullida hojarasca del bosque, que por cierto cada vez eran
menos frecuentes. Pero María era una mujer de muchos recursos, y en despecho al
manifiesto abandono del que estaba siendo objeto, creó un sindicato al que
llamó “Comisión de Guardabosques”, y lo primero que le reivindicó al señor,
fueron garantías sindicales para los del gremio, y licencias retribuidas para
los representantes. Ya no tuvo tiempo de más, porque, sin saber cómo, se desató
un descomunal incendio que calcinó todo el bosque, y con él se esfumó también
todo vestigio posterior de María Mariguana.
Pozo artesano en las Escarihuelas. Foto: Francisco Atanasio Hernández
María Magdalena,
es la mujer de la que Ambrosia Patraña habla más extensamente y con más
precisión. Se pasaba el día trabajando de sol a sol, en las cercanías de un pozo artesano que
había en el borde del camino, para alimentar a su numerosa prole. Paseo para
arriba, paseo para abajo, hasta que veía llegar a un posible cliente. Entonces
se le acercaba despacito, y sacando pecho le tentaba palpándose los senos hacia
arriba.
-¿Oye mozo,
quieres beber de estas fuentes?
-Claro que sí,
pero, ¿cómo te llamas hermosa?
-No te preocupes,
ya verás como cobro menos de lo que me merezco.
Y lo conducía
zalamera hasta una pequeña cueva que había en la rambla cercana, donde vendía
amor a los necesitados. Así, una vez, y otra, y otra vez más, y un día, y al
otro, y todos los días del año se corría como una jibia por el ramblizo la
virtuosa mujer.
El inagotable
manantial de generosidad de la Magdalena era todo un prodigio. Allí fueron
expresamente, a beber de las fuentes de la Magdalena, hombres llegados de muy
lejos, y de muy diferente naturaleza, y a ninguno le faltó nunca su relajante
sorbito de amor a un precio realmente
asequible.
Un día de esos,
pasaba por allí un rico mercader y pensó descansar un rato mientras abrevaban
los animales de carga, cuando se percató de la presencia de la hermosa María
apoyada en el brocal del pozo, y entonces decidió echar una cana al aire, pero
por lo visto echó muchas más de una, porque estuvo con María siete días y siete
noches, al término de los cuales, le propuso un lucrativo negocio.
-María, si tú
quisieras, podríamos hacernos de oro. Yo te construyo, aquí mismo, un edificio
de dos plantas con veinte o treinta habitaciones, y un bar recreativo que sirva
a los viajantes de lugar de ocio y distracción, y tú te encargas de que estén
bien atendidos.
-Pero un negocio
así supondría dedicación plena durante las veinticuatro horas del día, y serían
necesarias más personas para atenderlo.
-Efectivamente,
pero de su dotación humana y organización práctica del trabajo te encargarías tú, y los beneficios los
repartiríamos a medias.
-Me parece bien,
si tú pones el dinero yo me encargo de lo demás.
-Entonces no se
hable más y manos a la obra.
Un mes más tarde
se inauguraba el “Hostal de la Magdalena”, y aquel mismo día comenzaba a dar
suculentos frutos, el intenso trabajo al que habían estado sometidas las 16
mujeres -15 contratadas y la propia María-, para calmar la insaciable sed de
los beduinos.
Mucho tiempo
después, una de las chicas, contrajo una extraña enfermedad venérea y no se
pudo hacer nada por salvar su vida, y luego comenzaron a caer enfermas, una
tras otra, todas las demás mujeres, incluida la propia María Magdalena, y
aquella especie de plaga, empezó a diezmar el ejército de mujeres y la
clientela, y llamaron a un reputado curandero, pero desconocía el remedio para
combatir la rara enfermedad.
Desesperadas como
estaban, con el negocio cerrado, esperaban resignadas el desenlace final de
cada una de ellas, cuando llegó por allí un hermoso joven que dijo conocer el
remedio para su enfermedad.
-Si os arrepentís
de vuestro pecaminoso pasado sanaréis de inmediato.
-¿Quién eres tú,
para ofrecer tanto por tan poco?
-Yo soy el
profeta Tutías y si confiáis en mí seréis recompensadas.
-Bueno chicas,
como no tenemos nada que perder podemos arrepentirnos, y a ver qué pasa.
-De acuerdo, de
acuerdo -dijeron todas a una.
-Entonces,
durante siete días tenéis que beberos, cada una, un vaso de este brebaje que os
he preparado. Y ahora, decid todas conmigo: “Yo me arrepiento de todos mis
pecados”.
Y cuando el
profeta terminó de murmurar las últimas palabras mágicas, que seguían a las
anteriores, se fue de allí sin más.
Siete días y sus
correspondientes bebedizos después, aquellas mujeres recuperaban su salud y sus
muchas ganas de vivir.
-¡Milagro!,
¡Milagro! -gritaron todas.
En aquel mágico
momento, María Magdalena y sus muchachas, juraron servir en cuerpo y alma al
profeta, y transformaron el burdel en un santuario, en honor de Tutías, y un
obligado lugar de peregrinación anual para las fieles devotas de la doctrina
feminista de las Mujeres de la Magdalena.
Un día de aquellos que esperaba encontrar su colosal
e inmortal foto en la portada de los periódicos más importantes del país, y
pasar a la posteridad con el reconocimiento social de su generosa aportación a
la ciencia, a la teología y al feminismo sobre todo, la Santa, se levantó muy
tempranito, como casi siempre, porque ella decía que “A quién madruga Dios le
ayuda”, y adormilada como iba pasó por el kiosco de José y pidió su periódico,
se lo metió bajo el robusto brazo izquierdo, -porque ella era diestra, eh-
mientras sacaba dinero del monedero para pagarlo. Así llegó al “Bar
Estupefacción”, del que era cliente habitual, buscó su mesa favorita y gritó:
-¡Pepe, lo mío!
-Enseguida va.
Y con toda tranquilidad, se dispuso a esperar el
servicio, mientras miraba curiosa por la ventana a la gente que pasaba de un
lado para otro a toda prisa y se dijo,
-Yo no sé cómo alguna gente puede derrochar tanta
energía antes de desayunar.
En ese preciso instante hacía acto de presencia el
camarero cargado con un vaso de café con leche de un palmo y dos raciones de
porras, que casi no llegaron a emparentar con la mesa, porque antes, cuando aún
no habían llegado a su destino, ya le había echado la mano al plato.
-Que le aproveche señorita -le dijo el camarero.
-Gracias -respondió la Santa, con la boca llena de
un apetitoso churro.
Cinco minutos después, el superdesayuno, había sido
trasegado a sus sebosos michelines.
-Bueno, ahora ya se puede incluso pensar.
Cogió el
periódico y comenzó a leer el titular.
-El profesor Saturnino, califica de fantasmada
esperpéntica el supuesto descubrimiento de los restos de María, puesto que este
esqueleto, tiene exactamente cien años nada más. ¿A saber de dónde habrán sacado
esos huesos? Por lo tanto, añadió, esa tal Teresa que se atribuye la gesta
científica, es tan sólo una farsante embaucadora, porque no está cualificada
para tales investigaciones, ya que el único título académico que posee es el
de, Certificado de Estudios Primarios, que como también se ha podido comprobar,
le fue expedido hace dos años sin que conste en ningún centro de estudios la
realización del preceptivo examen de aptitud.
-Este periódico
ha tratado de ofrecer la opinión de la señorita Teresa Casta Amedias, pero no
ha sido posible dar con su paradero.
La Santa, realizó
una extraña mueca con la boca, y en el mismo instante en que movía sus
grasientas caderas para acomodarse, se escuchó el fuerte chasquido de la silla
de madera al romperse, e inmediatamente, retumbaba en el recinto el estrepitoso
golpe de sus inmensas nalgas y todo lo que arrastraban consigo en el enlosado
suelo, y allí se quedó, con el culo al aire, unos interminables segundos, en
los que pensó en la poca educación y las malas entrañas que tenía alguna gente,
que en lugar de ayudarle a levantarse se reían de ella.
Dibujo: Francisco Atanasio Hernández
Fuentes
Libros
-Francisco Atanasio Hernández. Teresa Casta Amedias (sátira).
-Francisco Atanasio Hernández. Teresa Casta Amedias y otras minucias (conjunto de 11 relatos cortos)
Fotos
-Francisco Atanasio Hernández.
Dibujos
-Francisco Atanasio Hernández.
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